Comienza el mundial de fútbol 2014, el mundial de Brasil. Que, paradójicamente, viviré lejos de Brasil por primera vez en doce años. Los compromisos profesionales me llevaron a poner rumbo a otras latitudes y este mundial lo viviré a miles de kilómetros de distancia.
Mundial de 2002. En Fernando de Noronha.
Pisé Brasil por primera vez en 2001. Y en seguida vino mi primer mundial en tierras brasileñas, el de Corea y Japón en 2002. Antes de comenzar el torneo, el ambiente mundialístico en Brasil brillaba por su ausencia, con una selección por la que nadie daba un duro y cuyas riendas acababa de tomar Luiz Felipe Scolari. La primera fase de ese mundial la vivimos en Fernando de Noronha donde, como viene siendo habitual cuando viajamos, dimos prioridad absoluta a disfrutar el destino y nos enterábamos de los resultados de los partidos cuando volvíamos a nuestro alojamiento por la noche. Al final, Brasil sería merecidamente campeón, y tuve la suerte de poder vivir la explosión de alegría que se produjo en las calles de São Paulo.
Mundial de 2006. En Lençóis Maranhenses.
La primera fase del mundial de 2006, el de Alemania, la vivimos a caballo entre los Lençóis Maranhenses y São Luís. Una vez más, supimos de los resultados al final del día. Brasil pinchó, y la celebración y el ambiente mundialístico con él.
Mundial de 2010. En la Amazonia.
Repartimos la primera fase del mundial de 2010, el de Sudáfrica, entre ese destino amazónico maravilloso que es Alter do Chão, donde había un gran ambientazo mundialístico, y el destino de ecoturismo más fantástico de Brasil, el Pantanal.
Mundial de 2010. En el Pantanal.
Brasil volvió a pinchar y se repitió el ciclo del desencanto. Con Brasil fuera del mundial, los brasileños pasaron olímpicamente del torneo.
Llega 2014 y una vez más volveremos a viajar durante el mundial. En una playa paradisiaca y desierta, con la compañía ideal, uno se da cuenta rápidamente de la intrascedencia que tiene el fútbol.
Nos tomamos ahora un descanso mundialístico. Volveremos por aquí acabado el mundial para seguir informando sobre Brasil como destino turístico más allá de las cuatro semanas del fútbol. Porque los torneos vienen y van, pero los destinos turísticos permanecen.