La noticia salía publicada hace unas semanas: en tan solo 50 años Brasil ha perdido el 80% de sus corales. El dato aparece en un estudio de la universidad Federal de Pernambuco y culpa por la destrucción de los corales a su extracción masiva y a la contaminación de zonas urbanas e industriales. Además de la mano del hombre, el estudio también apunta al aumento de la temperatura en los océanos.
Yo añadiría también, aunque con un impacto geográfico más limitado, la explotación turística predatoria de los corales, como hemos visto en lugares como Maracajau, Maragogi, Porto de Galinhas o Porto Seguro.
Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en esta catástrofe ambiental. Cuando compramos un recuerdo extraído del fondo del mar, cuando visitamos una zona de arrecifes sin poner el más mínimo cuidado en su conservación, cuando utilizamos los servicios de empresas que no promueven un turismo sostenible, entramos a formar parte de esa cadena de destrucción que ha privado a Brasil de un patrimonio natural sin igual.
Cuidado con la próxima vez que alguien os haga creer que los corales brasileños pueden emular en extensión y belleza a la Gran Barrera de Coral. Cuando veáis la palabra Caribe asociada a Maragogi o Porto de Galinhas o Polinesia asociada a Praia do Forte tenéis que daros cuenta de que no se os está respetando como consumidores de productos turísticos. La realidad es bien diferente. Los arrecifes brasileños están cada vez más muertos, en lo que parece ser un proceso irreversible. Hay afortunadamente algunas iniciativas puntuales trabajando por la preservación de lo poco que quedó, pero a veces le que da a uno la sensación de que su trabajo queda empequeñecido ante la capacidad destructiva del hombre.
En el blog ya realizamos una pequeña contribución a una relación más armónica entre naturaleza y turismo en la entrada Corales brasileños: manual de uso para turistas conscientes. Os volvemos a recomendar su lectura.
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