La Folha de São Paulo recogía en su edición del 3 de mayo de 2009 (el texto en Internet es solo para suscriptores) un estudio reciente del Instituto Chico Mendes de Conservação da Biodiversidade, organismo gubernamental responsable por el Parque Nacional de Fernando de Noronha, que identifica «serios equívocos en el modelo actual de la gestión de Noronha» y que identifica varias amenazas al paraíso. Amenazas que pasan principalmente por la exagerada emisión de contaminación a la atmósfera. Estas emisiones son el resultado de los gases emitidos tanto por el generador de energía de la isla como por los vehículos que circulan por ella. Se suma a esa amenaza la falta de agua potable en la isla, la recogida de basuras y la vulneración de los límites establecidos por parte de empresas de cruceros que atracan en la isla.
Entre las soluciones propuestas, una inversión más seria en energías renovables y una apuesta también por el transporte público retirando de circulación cada vez más vehículos de los pocos kilómetros de carreteras de Noronha.
Ya habíamos apuntado algunos de esos temas en Fernando de Noronha en la encrucijada y el informe del instituto gubernamental viene a darnos la razón en algunos puntos que hemos tocado desde que comenzamos a escribir sobre Noronha: al margen de lo que la prensa de viajes y parte del sector turístico nos quieran hacer creer, alquilar un buggy no es una buena idea en Noronha y no da ninguna «libertad» que el transporte público o las piernas no proporcionen. La decisión de alquilar o no un buggy corresponde al turista y es ahí donde podemos realmente hacer la diferencia. Sí, sin buggy probablemente tengamos que esperar exhasperantes 15 minutos hasta que pase el próximo autobús y, fíjense ustedes, es más que probable que tengamos que someternos a extenuantes caminatas de también 15 minutos. Pero ese sacrificio supremo es el precio que vamos a tener que pagar por garantizar un futuro sustentable al paraíso.
La llegada de posadas de lujo a Noronha también debe ser objeto de análisis, porque independientemente de sus pretensiones «eco» lo que está claro es que las demandas energéticas que supone un establecimiento de lujo son muy superiores a las de los establecimientos tradicionales (abordamos parte de esta problemática en greenwashing en el turismo brasileño). Y, como ha dejado claro el informe al que nos referimos en esta entrada, en Fernando de Noronha el consumo energético no es un tema trivial. El sector turístico celebró que finalmente había llegado el lujo y el confort a Noronha y al mismo tiempo pasó por alto cualquier repercusión que esta llegada hubiera podido tener en el frágil equilibrio de la isla. Parafraseando aquel eslogan de la televisión española durante la crisis del petróleo del 74 (un recuerdo de mi infancia), «aunque la élite brasileña pueda pagarlo, Noronha no puede».
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