[la información más completa sobre la fiebre amarilla en este blog se encuentra en la entrada: 10 datos sobre la fiebre amarilla en Brasil]
El País de Madrid lo ha vuelto a hacer, hoy publica en su edición electrónica un nuevo artículo firmado por su corresponsal (La fiebre amarilla se cierne sobre el turismo en Brasil) sobre la fiebre amarilla en Brasil, con graves imprecisiones y el tono alarmista que decidió adoptar hace unos días (ver El País , fiebre amarilla, menos alarmismo y mejor información en este mismo blog).
Primero, los hechos. El sábado falleció un ciudadano español en Goiás víctima de la fiebre amarilla, en una de las áreas de riesgo identificadas por el gobierno brasileño. No estaba vacunado. No se trataba de un turista y sí de un agricultor español, casado con una brasileña, que había llegado a la región recientemente, después de haber comprado una finca en la que se iba a instalar con su familia (ver, por ejemplo, la nota al respecto en el Estado de São Paulo: Agricultor vítima de febre amarela será sepultado na Espanha).
Según indica la nota del periódico brasileño, la viuda del español quiere ahora procesar a los gobiernos español y brasileño por no informar sobre el riesgo que corrían. Es difícil criticar a alguien que acaba de perder a un ser querido en circunstancias trágicas, pero lo cierto es que si de algo no se puede acusar al gobierno brasileño es de no haber informado correctamente sobre las áreas del país que constituyen zonas de riesgo. Desde que conozco la página del Ministerio de Turismo brasileño ha existido un aviso sobre la recomendación de vacunación contra la fiebre amarilla para los que visitan las zonas de riesgo (Recomendaciones de apoyo al turista: vacunas). Durante la crisis más reciente, la página del Ministério da Saúde está siendo actualizada constantemente con informaciones sobre la fiebre amarilla. Se puede cuestionar el calamitoso estado de la salud pública y la atención sanitaria en Brasil, a todos los niveles, pero no la falta de información en el caso concreto de la fiebre amarilla.
De hecho, lo irónico es que, de poderse apuntar el dedo de la desinformación en alguna dirección, esta sería la de algunos medios de comunicación, con El País como abanderado destacado. En el artículo de hoy, el diario vuelve a la carga con un titular sensacionalista y engañoso: «La fiebre amarilla se cierne sobre el turismo en Brasil. Argentina, Uruguay y Paraguay aconsejan la vacunación tras la muerte de un español en Goiás.» Por partes. En primer lugar, ha habido un único caso de una turista de São Paulo que pasó unos días de vacaciones en Mato Grosso de Sul y contrajo la enfermedad. Un caso en una población de 180 millones de habitantes, más turistas extranjeros. En segundo lugar, Argentina, Uruguay y Paraguay no están aconsejando la vacunación tras la muerte del español. Lo venían haciendo desde el comienzo de la actual crisis. Increíble que alguien apruebe un titular así. Si le sumamos la primera frase del texto de la noticia (La muerte de un español por fiebre amarilla en Brasil el sábado ha desatado de nuevo la alerta entre los turistas que viajan al país amazónico) tenemos un caso perfecto de cómo se retuerce la información para adaptarla al titular. Parecería que los turistas están cayendo como moscas en Brasil víctimas de la fiebre amarilla, y que la muerte de un turista español habría creado el pánico absoluto en la región.
Me gustaría hacer un inciso. En estos momentos, si hay una crisis en Brasil relacionada con la fiebre amarilla es resultado del alarmismo de los medios de comunicación y no del alcance real del problema sanitario. La precariedad de la salud pública en Brasil no permite descartar un serio agravamiento de la crisis en meses venideros, pero en estos momentos estamos hablando de menos de una docena de casos confirmados de fiebre amarilla, todos en zonas de riesgo. La fiebre amarilla es un problema endémico de muchas regiones de Brasil, existía el año pasado y existirá el año que viene.
Volviendo al texto de El País. La parte más irresponsable del texto viene a continuación: «Argentina, Paraguay y Uruguay han advertido a los ciudadanos que vayan a viajar a Brasil que se vacunen con 10 días de anticipación. Sobre todo, los que vayan a las zonas de riesgo: Goiás, Matto Groso [sic] y Brasilia.»
Qué irónico que en un artículo en el que se apunta a la falta de información como responsable por la muerte de un español se perpetren unas líneas tan irresponsables como esas. Las zonas de riesgo, como ya han informado las autoridades hasta la saciedad, y hemos repetido aquí en el blog (Fiebre amarilla) incluyen, además de los tres estados mencionados en la noticia de El País (la grafía correcta es Mato Grosso, por cierto), a Acre, Amazonas, Amapá, Maranhão, Mato Grosso do Sul, Minas Gerais, Pará, Rondônia, Roraima y Tocantins. Casi nada. Ahora pensad si a alguien se le ocurre procesar a El País por dar información incompleta sobre un tema de vida o muerte.
A mí me gustaría que alguien en el diario madrileño tomara cartas en el asunto (independientemente de los padrinos que el periodista pueda tener). Una cosa es mantener en el puesto a un corresponsal que confunde los grileiros con los garimpeiros o las boas con las anacondas. Otra cosa es dejar que esa persona continúe vertiendo informaciones inexactas sobre asuntos muy serios.
Creo que este episodio de la fiebre amarilla debe ser usado en el debate sobre blogs, medios de comunicación y la credibilidad de unos y otros. Ya lo dije hace poco y lo vuelvo a repetir. Hay periodistas bien informados de la misma forma que hay blogueros que desarrollan su actividad con igual seriedad – a pesar de muchas veces no recibir ninguna remuneración por ello -. De la misma forma que hay periodistas cuya credibilidad hace aguas por todas partes, problema compartido con muchos otros blogueros. O dicho en un lenguaje más popular: hay periodistas y blogueros muy buenos, y periodistas y blogueros muy malos. De hecho, hay blogueros tan bien informados que hasta medios de comunicación de solera acaban copiándoles (Los medios copian a los blogs). Creo que ya va siendo hora de dejar de criticar a la plataforma (de hecho, son legión los periodistas que tienen blogs) y empezar a fijarnos más en los contenidos, independientemente del formato en el que aparecen publicados y de la cabecera (de prestigio o desconocida) bajo la cual son desarrollados.
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