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[de nuestra enviada especial Lily]
Este es el relato de mis cinco días de relax en Morro de São Paulo, lo elegí como destino final ya que mi avión de regreso salía de Salvador.
No habíamos planificado ir a Morro en avioneta, allí los llaman aerotaxis, pero las pocas ganas de dormir en Salvador y coger el ferry al día siguiente fueron más grandes que la consideración económica, poder coger una avioneta es una cuestión de suerte sobre todo en temporada baja, tiene que tener gente suficiente para salir (en la avioneta caben 5) y hay que tener ganas de gastarse los R$147 que cuesta frente a los R$50 que cuesta el ferry y al final del viaje todos los reales cuentan.
La avioneta es una experiencia fantástica, parece un 600 con alas, no salen desde el aeropuerto de Salvador sino desde una pequeña pista que hay detrás, independiente del aeropuerto principal, aunque los billetes se compran en la terminal de Salvador.
Lo mejor de la avioneta, aparte de tan sólo tardar 20 minutos a Morro son las vistas, ves como se aleja la Costa del Salvador, edificios y hormigón y luego la isla de Tinharé donde se encuentra el pueblecito de Morro va emergiendo, verde, verdísima, el mar maravilloso y las playas….
El aterrizaje es otro cantar cuando ves la pista tragas saliva, está entre medio de palmeras y está señalada con tocones, pero el piloto era un máquina y todo salió a pedir de boca.
En cuanto bajas de la avioneta te están esperando los “taxis”, aunque ojo, en Morro no hay vehículos a motor y las calles son de arena, los taxis, son chavales locales que llegan con carretillas para transportar tus maletas, si tu Pousada está en el centro, te recomiendo que la tomes, no sin regatear, para ahorrarte la sorpresa desagradable cuando llegas al destino, pero si no se va muy cargado y la avioneta llega la 3era playa y tú vas a la primera ni te molestes.
Sentimos un relax increíble al llegar a Morro, allí la violencia es nula, cruzamos desde la tercera playa hasta el centro charlando con unos muchachos argentinos que tomaron la avioneta con nosotros, venían de Buenos Aires exclusivamente para pasar unos días en Morro y pasito a pasito tras subir dos cuestecitas que dicen son tremendas pero sinceramente para los que hacemos deporte y nos gusta andar son peccata minuta llegamos a la Pousada Acuarela regentada por Jose, un muchacho argentino que nos dio una habitación arriba del todo. La Pousada está dispuesta en terrazas por lo que ahí si te toca subir escaleritas y acabas más machacada debido a la irregularidad de los escalones, pero vale la pena estar arriba del todo porque parece que estás en la selva, sólo se ve naturaleza por todos lados, la brisa sacudiendo suavemente los árboles es increíblemente relajante y los ruidos de los pájaros, en fin que abres las ventanas, cierras los ojos y estás en el cielo por cierto que por la mañana con un poco de suerte mientras desayunas en la terracita de la pousada incluso verás a familias de titis saltando de árbol en árbol.
Para los que esperan un relato de marchas impresionantes, lamentaré defraudarles, pero somos un matrimonio en la cuarentena y nos gusta levantarnos temprano y por la noche solemos tener mucho sueño, pero si puedo deciros que la segunda playa es el paraíso de los fiesteros, en Morro tienes todo lo que quieras, bares en la playa de día y de noche, quioscos para tomar la caipifruta que te dé la gana, la música está bastante bien, música anglosajona y brasileña a partes iguales y para el que esté soltero, lo que le dé la gana, los locales se mezclan con los foráneos en igualdad de condiciones y por el placer de conocer no como en otras partes de Brasil donde el rollito se ve más contaminado, al menos esa fue mi sensación pero como sólo me dediqué a observar no puedo decir más.
De día, sorprendentemente las playas están muy limpias y llenas de vendedores, que no te acosarán como en Salvador, el clima es amable y todo el mundo con la sonrisa en la boca y servicial.
Aparte de zampar y tomar el sol, mis actividades favoritas, hicimos tres excursiones. La primera tomamos un camión (de los pocos vehículos autorizados a circular) que nos dejó en la quinta playa, Praia do Encanto, allí no hay prácticamente nada, tan sólo un eco-lodge para amantes de la tranquilidad más absoluta y una playa larguisima, tuvimos el placer de ver a los pescadores locales tirando las redes desde la orilla para pescar, nos explicaron lo que hacían y nos sentamos un rato contemplando como trabajaban, después, aprovechando la marea baja nos fuimos paseando hasta la 3era. Playa, fue un paseo estupendo, es bastante largo creo que sobre unos 5 o 6 km. pero si estás de vacaciones y reposado lo recomiendo.
La segunda fuimos a Gamboa, que es un pequeño pueblecito al norte de Morro, el camino para ir a Gamboa emanaba directamente de detrás de nuestra Pousada aunque desafortunadamente tuvimos marea alta y tuvimos que sortear un montón de rocas para no ponernos chorreando, en Gamboa hay un trozo de playa, con un barro rosa, se forma de un liquido rosa que sale de la pared; para los que entiendan de minerales mi explicación será patética pero es que no sé de que se trata, y se mezcla con la arena nos embadurnamos enteritos y nos hicimos fotos muertos de la risa de la pinta que teníamos, luego llegamos a la playa de Gamboa, también idílica y allí fuimos abducidos por un guía que nos ofreció una excursión por R$15 por cabeza para llevarnos a una isla que había al frente en la que no vivía nadie, y allí fuimos disfrutando de más sol y más playa y más paisajes fantásticos, esta excursión nos dejó de vuelta y hambrientos a las tres de la tarde en la 3era. Playa donde dimos buena cuenta de unas empanadillas de gambas en la 2da. Playa.
La tercera fuimos a Boipeba, dicen que es una maravilla pero para mí honestamente fue más de lo mismo y pagamos R$50 por cabeza, todo estaba calculado para sacarnos más dinero por el camino, el desplazamiento se hace con una lancha motora que sale desde el pequeño muelle de Morro, si es invierno aconsejo a los frioleros lleven una camiseta de manga larga ya que la velocidad combinada con el viento te deja congelado, primero te llevan a bucear, pero tienes que llevar tus gafas y aletas, cosas que normalmente los turistas no llevamos en la maleta a no ser que seamos fanáticos del buceo, por lo que nos quedamos de brazos cruzados durante más de media hora en la lancha ya que como hacía frío no apetecía el baño, finalmente el solecito empezó a apretar y nos dejaron en una playa cerca del pueblo de Boipeba donde nos dijeron que había un chiringuito en la playa que cocinaba langosta y por lo que cobraban y la cantidad que servían no vi yo ningún chollo en ello, eso sí la langosta estaba muy buena aunque muy escasita, para colmo nos cobraron un 10% de servicio y me pregunté si esto es un chiringuito mal montado por una familia que corcho hacen cobrándonos el 10%.
Otra cosa a la que hay que hacer mención es a los “guías” que te esperan en la playa y que por un “módico precio” te llevan primero a comer langosta y luego al pueblo. No vale la pena gastar dinero en ellos, el camino a Boipeba es tan corto y está tan bien señalizado que tomar un guía para semejante recorrido es una estupidez y nosotros junto con Teresa, una simpática carioca que viajaba sola, hicimos el camino de vuelta sin volver a pagar el “impuesto revolucionario” que honestamente nos estaba agotando.
A la vuelta más negocio, nos pararon a comer ostras, pero yo me había dado un atracón de pasteles con dulce de leche y pensé que la combinación podía ser letal, cuando dijeron el precio de las ostras, me quedé muerta, a real la ostra!
Luego otra parada a visitar una iglesia, yo estaba agotada, y después de haber visitado “todas” las iglesias del Pelourinho, no me apetecía nada, el pueblo (de cuyo nombre no me acuerdo) era muy bonito, con sus calles llenas de casas coloniales y muy necesitadas de restauración, por supuesto, los “guías” estaban esperando, aunque dijimos con tanta seguridad que no lo necesitábamos que nadie nos molestó en lo más mínimo y subimos hasta la iglesia por acompañar a Teresa y estirar las piernas.
Al regreso pasamos por paisajes increíbles, manglares y más manglares hasta llegar a mar abierto y finalmente de vuelta al muelle.
De la excursión de Boipeba pienso que si vas a Trancoso y Caraíva en la zona de Porto Seguro no vale mucho la pena ir a Boipeba, no porque no sea bonito sino que es todo muy repetitivo, pero si vas buscando unos dias lejos del mundanal ruído tanto Gamboa como Boipeba son opciones mucho más económicas y tranquilas que Morro que se ha convertido un poco en el Ibiza brasileño, aunque evidentemente con otro latido distinto de nuestras islas baleares.
Algunas reseñas:
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