Si hace dos entregas hablábamos de cuál era el mejor horario para fotografiar hoy nos vamos a referir al protagonista de aquel texto, el sol. El sol es tan importante para el fotógrafo que éste no hace nada sin contar con él. Cuando un fotógrafo agarra la cámara, no tiene que pararse a pensar, sabe dónde está el sol y el efecto que su presencia va a tener en la imagen que está a punto de realizar.
Cuando vayamos a hacer una foto, es muy importante que sepamos dónde está el sol. Si tenemos el sol enfrente, corremos el riesgo de que nuestra foto salga toda oscura. ¿Por qué? Porque la luz del sol incide directamente en el fotómetro de la cámara (el sensor que mide la cantidad de luz disponible en una escena) y le hace creer que hay mucha luz en la escena. Al haber mucha luz, la cámara automáticamente «oscurece» la fotografía para evitar que está salga sobreexpuesta (quemada). Es lo mismo que hacemos con nuestros ojos cuando los dirigimos hacia una fuente potente de luz. Los párpados se entrecierran instintivamente. No es que haya más o menos luz en la escena. Es que la fuente de luz que hay nos está dando directamente en los ojos. Si nos damos la vuelta y miramos hacia el otro lado, ya no nos hace falta cerrar los ojos. Pero la cantidad de luz que hay es la misma.
El sol engaña a la cámara y acabamos con una fotografía oscura. Seguro que muchos tenéis fotos con amigos y familiares, con el sol atrás, en las que los rostros de los fotografiados han quedado oscuros.
Evitar el problema es muy sencillo. Echad un vistazo y ved dónde está el sol. Y a continuación, colocaros de forma que éste quede a vuestras espaldas. De esa forma garantizáis que la escena que estáis fotografiando quede bien iluminada. Muchas veces, especialmente cuando estéis haciendo fotos de gente, tendréis que cambiaros de lugar y hacer que las personas fotografiadas se den la vuelta también.
Si estáis fotografiando un monumento, tenéis el sol de frente, y no existe la posibilidad de elegir otro ángulo, dejad la foto para otro momento, lo más probable es que os salga oscura. Si no disponéis de ese otro momento, intentad hacer la foto evitando que el sol incida directamente en el objetivo de la cámara, y asegurándoos de medir la luz en una zona en sombra para que la foto no salga oscura. Una solución posible es hacer la foto desde un ángulo (izquierdo o derecho) en vez de frontalmente para evitar parcialmente el sol. La siguiente foto de Santa Cruz de Cabrália la hice con el sol detrás de la iglesia:
En futuras entregas de los apuntes hablaremos de las cosas que se puede hacer con el sol de frente, pero por ahora vamos a dejarlo aquí. La lección más importante de hoy es, antes de apretar el disparador, tenemos que saber dónde está el sol. El sol a nuestras espaldas suele facilitarnos las cosas. El sol en frente suele complicarlas.
Un «truco» por así llamarlo es el siguiente. Si no te queda otra alternativa que tomar la foto con el sol por delante, carga el flash de la cámara al máximo y dispara con él encendido…. el efecto logrado es que la luz del sol es «bloqueada» temporalmente por el flash, y la cámara es «engañada» de cierta manera y logra tomar la foto bien en muchos casos… pruébenlo… 😉
Gracias, Lan. En realidad, no es exactamente así. El problema se produce antes de la realización de la foto. El fotómetro de la cámara hace la medición de luz antes de efectuar el disparo. Cuando el disparo es realizado la medición de la luz ya ha sido hecha, por lo que con flash o sin él, el engaño ya se ha producido.
Con el flash de relleno, que es el truco que nos explicas (le voy a dedicar atención en una entrega futura de los Apuntes) lo que consigues es iluminar cualquier parte oscura que tengas entre la cámara hasta una distancia no superior a cinco metros. Es muy bueno para realizar fotos a contraluz. Pero un flash no tiene el más mínimo impacto en la iluminación de un edificio o un paisaje.