En varias ocasiones he citado la frase del intelectual que decía que en Brasil bastaba salir a la calle para toparse con el hecho sociológico. Con el delito ambiental ocurre tres cuartos de lo mismo. Dondequiera que vayas, sea de vacaciones o no, te vas a encontrar con agresiones del hombre al medio ambiente. Es interesante porque el pisoteo de la naturaleza es una de las pocas actividades perpetradas por todas las clases sociales por igual, en un país tan clasista como Brasil.
Las agresiones a nivel macro están en las páginas de los periódicos (hace bien poco, por ejemplo, comenzaron las obras del infame proyecto de trasvase del río San Francisco). Las agresiones a nivel micro las presenciamos en nuestro cotidiano del cual los viajes forman una parte esencial. Como somos viajeros sin ninguna vinculación con la industria del turismo, la libertad de la que disfrutamos a la hora de contar lo que vemos en nuestros viajes se asemeja bastante poco a las restricciones bajo las que escribe el articulista de la revista de viajes – Jorge Gobbi tiene dos excelentes y densos artículos al respecto: Turismo y conflicto, o las clasificaciones periodísticas I y II -. Esta entrada del blog sirve de contrapunto a la narrativa aparentemente neutra de las revistas de viajes e iniciativas pseudo-2.0 del sector en Brasil.
Al no tener que rendir cuentas a otros, y de la misma forma que no nos cansamos de alabar las bellezas naturales y humanas de Brasil, no se nos caen los anillos a la hora de criticar aquellos aspectos más negativos que nos encontramos a nuestro paso. Para alguien que viene de un país (España) donde hemos arrasado la inmensa mayoría de la costa y metido al Mediterráneo en la UVI, contemplar ese fenómeno en marcha en otro país con bellezas naturales sobresalientes causa un especial dolor.
La primera agresión, la que más salta a la vista, es la imparable usurpación de las playas brasileñas (espacio público) por las mansiones de las élites (intereses privados) con la tolerancia, cuando no connivencia, de las autoridades (que en Brasil de una forma impactante, ejercen sin mucha vergüenza su función de defensoras de los privilegios de esas élites). Yendo, por ejemplo, de Arraial d’Ajuda a la ponta do Apagafogo, se atraviesa una sucesión de playas en las que lo que antaño era espacio de todos se ha convertido ahora en un muro interminable que en muchos casos ha acabado con la playa. No sólo han acabado con la playa, resulta casi imposible acceder a pie desde la playa a la carretera que discurre paralela a ella.
Conversando con los locales uno va descubriendo que tal mansión es de uno de los dueños de tal banco, y que tal otra es del dueño de aquella grande empresa. Ah, y la mansión más reciente es del antiguo Secretario de Turismo del ayuntamiento vecino. La guinda la pone el Arraial d’Ajuda Eco Resort, que me imagino cree haber limpiado su imagen de apisonadora ambiental añadiendo el tan conveniente Eco al nombre. Acaba de construir un centro de convenciones plantificado en el medio de una playa.
Es interesante, porque la España del ladrillazo (para el que no esté familiarizado con el término: especulación inmobiliaria y enriquecimiento salvaje) va a realizar su propia contribución, y si no, vean la urbanización que van a plantificar en la hasta ahora idílica playa de Taípe, con campo de golf de 18 hoyos, hotel de cinco estrellas, y 400 chalets. Disfruten de la vista antes de que llegue el ladrillo:
La segunda agresión corresponde a la destrucción del bosque atlántico nativo de la región, y se encuentra ya en fase avanzada de finalización. Queda ya bien poquito bosque por destruir, pero donde la oportunidad surge, no hay que desperdiciarla. Camino de Caraíva veréis un bosque interminable de esa pesadilla ambiental que es el eucalipto (en estos momentos hay una poderosa campaña de publicidad en Brasil intentando convencernos de las bondades ecológicas del eucalipto).
La tercera agresión es menos visible y está ocurriendo en el mar. Bajaos a la playa de Parracho por la mañana, con la marea baja, y veréis lo que es una intensa actividad predatoria a baja escala, con decenas de personas arrastrando redes para capturar minúsculos peces, moluscos, y todo lo que encuentren a su paso:
Esta es la actividad visible. La invisible ocurre sobre los pesqueros, que burlan las prohibiciones de faenar durante la época de reproducción para realizar capturas predatorias de especies como las gambas. Recientemente hubo una aprehensión en Porto Seguro de toneladas de langostas pescadas durante la veda. Bien más al sur, nos contaban descontraídamente que en la región se continuaba pescando gambas «porque aquí no llegan los inspectores».
Nos resulta difícil volver de viaje y no hablar sobre la parte más sórdida de lo que hemos visto. Claro que preferimos contar primero lo positivo, al fin y al cabo nadie sale de vacaciones para sufrir, pero no conseguimos mirar hacia el otro lado y pretender que nada de lo que hemos contado en esta entrada existe. En un folleto del gobierno brasileño que recogí durante el viaje se exalta el país como modelo de preservación ambiental y destino idílico para el ecoturismo. Me pregunto a quién piensan que van a engañar.
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