Pasos de cebra

En São Paulo y Río los pasos de cebra, donde los hay, no son más que listas de pintura blanca decorando la calzada. No se trata de una figura retórica, no. Los pasos de cebra no tienen ningún significado. Ningún conductor se parará delante de uno para que podáis cruzar. Ni el mejor de ellos. En la cultura brasileña, en la que la idea de que el coche es Dios y el peatón un estorbo, no hay lugar para interacciones entre esos dos seres en las que el poderoso ceda al débil [creo haber leído en algún lugar que Brasilia es la una de las pocas ciudades de Brasil en las que hay una tradición de respetar el paso de cebra].

En las tres semanas que pasé en España a finales de año debí cruzar, grosso modo, unos doscientos pasos de cebra sin semáforo. Solo una única vez un conductor no se paró para dejarme pasar. Le grité de todo. Aquí en las grandes urbes brasileñas es mejor resignarse y quedarse callado, que nunca se sabe quién va al volante y si va armado. [ojo, en España se respetan menos los pasos de cebra de lo que mis estadísticas individuales e intransferibles de fin de año indican; no obstante, hay quien los respeta. En las zonas de Brasil por las que he circulado, no. Es muy probable que en otros países latinoamericanos la situación se parezca mucho a la brasileña]

Otra información de utilidad para el peatón es que, fuera del centro de las grandes ciudades, las intersecciones de calles muchas veces no tienen semáforo para el peatón. Con lo que este se tiene que arriesgar a cruzar cuando el semáforo de los coches está rojo para los que vienen en un sentido, y teniendo cuidado de que no te atropellen los que lo tienen verde viniendo en el otro sentido del cruce.