Apagão aéreo: últimas noticias

El mismo El País que ufanamente (o más bien, militantemente) escribía hace cuatro días que «Lula gana una batalla al caos aéreo» ha tenido que retractarse, sin por ello hacerlo público explícitamente. Pero fijaros, el corresponsal del diario madrileño nos contaba a comienzos de la semana sobre los extraordinarios poderes de Lula, que habría puesto final a la crisis y conseguido llegar a un acuerdo. «El presidente Lula ha prometido firmar el martes un decreto ley que regulará la transferencia de 1.500 de los 2.400 controladores aéreos militares al nuevo órgano de control civil», nos decían.

Hoy el discurso ha cambiado. La crónica de turno se titula «Lula da marcha atrás y deja en manos del Ejército la gestión de la crisis aérea». ¿El decreto ley que iba a firmar el martes?». Aplazado. ¿Los acuerdos alcanzados con los controladores? Como si no hubieran ocurrido.

Como ya comentaba hace unos días, la metedura de pata colosal de Lula, saltándose a la torera el ordenamiento constitucional brasileño, iba a tener un precio, y no ha tardado mucho en llegar. El corresponsal del diario madrileño parece ser el único comentarista sobre asuntos brasileños que consigue siempre darle un toque romántico a las acciones del mandatario brasileño. Mucho folclore en sus crónicas, bien poca sustancia. Y todavía menos información.

En cualquier caso, lo que más interesa a los viajeros es saber que la crisis aérea, el <i>apagão</i> aéreo, no ha acabado, y que se nos vienen encima semanas y meses difíciles, resultado de una gestión política catastrófica. Evidencia de la nefasta gestión de la crisis son las declaraciones de Lula ayer, anunciando que «la crisis había acabado».

Hoy la Folha de São Paulo publica un breve artículo sobre el precio de las tasas de aeropuerto en Brasil. Solo en el Reino Unido, Kenia y las islas Seychelles los viajeros pagan tasas más caras en la parte correspondiente a la seguridad del tráfico aéreo. El gobierno brasileño recauda fabulosas cantidades de dinero teóricamente destinadas a ser invertidas en la seguridad del tráfico aéreo. Luego ese dinero es destinado a otros fines diferentes de aquellos para los que fueron recaudados. Por eso la crisis del tráfico aéreo es política y tiene unos responsables políticos claramente identificados. Solo algunos periodistas extranjeros con una agenda muy clara consiguen convertir a uno de los malos de la película en héroe.

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