Oda a la Paulista

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A la Avenida Paulista, esto es. El anuncio de que el ayuntamiento de São Paulo va a reformar todas las aceras [veredas, banquetas] de la Avenida Paulista – más de 3 kilómetros cada lado- me da pie a escribir una reflexión sobre la vía que, por encima de cualquier otro lugar, simboliza la ciudad de São Paulo. Ah, van a sustituir el precioso piso de mosaico portugués por bloques de cemento puro y duro.

En cualquier caso, la Paulista fue uno de mis primeros contactos con Brasil. Y a pesar del cemento, del dióxido de carbono, de los atascos, de las aglomeraciones, fue un caso inexplicable de amor a primera vista. Recorriendo la Paulista todos los días de una punta a otra (de vuelta a casa, después de recibir clases de portugués, siempre me bajaba tres paradas de metro antes para poder recorrer la Paulista andando) tenía la sensación de haberme sumergido en un Brasil en estado puro. Nada que ver con bahianas con sus trajes blancos, rodas de capoeira y otras manifestaciones culturales de otras latitudes. Sin fauna salvaje – solo la fauna urbana-. Aquí me codeaba con el Brasil «a la paulista», el del ajetreo, el de las idas y venidas, el del trabajo, el del contrabando. Con características compartidas con otras partes de Brasil, la conversación animada, la sonrisa, la mirada, la desconfianza, la despreocupación. Nunca dejó de alucinarme la Paulista, especialmente a la hora del almuerzo, cuando las oficinas despejan en masa a sus trabajadores que se desplazan de un lado a otro en busca de una rápida comida antes de volver al trabajo.

Un recorrido emocionante. ¿Quién no ha sentido el frescor que sale del parque Trianón, sobreviviendo impávido entre los rascacielos? ¿Quién no ha pasado delante de las antiguas mansiones de los barones del café de principio de siglo y ha sentido como tiemblan inquietas, sabedoras de que tarde o temprano la piqueta pondrá fin a su vida y abrirá espacio para otro interminable rascacielos?

La Paulista fue escenario este domingo del mayor desfile del orgullo gay del mundo. Puede que con sus bloques de cemento las autoridades nos dejen la avenida más fea. Pero ese espíritu de tolerancia e integración que de vez en cuando se impone a la violencia, intolerancia y superstición va a seguir haciendo de la Paulista una cita imprescindible para cualquiera que visite la ciudad.

1 comentario en “Oda a la Paulista”

  1. Uauuu! Que bonito Tony, casi me parecía estar paseando por ahí, a mi también me gustó mucho esa Avenida, la recorrimos un montón de veces y a pesar del ruido y del miedo, me encanta Sao Paulo.

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