Durante el último año, la frase más oída en los aeropuertos brasileños ha sido el ya clásico «imagina na Copa!» («¿te imaginas lo que pasará durante el Mundial?»). El mantra se ha convertido en una forma de expresar la frustración de los brasileños ante las precarias infraestructuras del país y el escepticismo ante el comportamiento de las mismas durante el mundial de fútbol de 2014.
A poco más de un año para el comienzo de la fiesta cuatrienal del fútbol quiero dejar aquí algunas opiniones a su respecto.
Hace mucho tiempo que dejé de albergar cualquier noción romántica en torno a esa supuesta fiesta del fútbol que atiende por el nombre de mundial. Los mundiales de fútbol, y la FIFA vela celosamente porque así sea, son, por encima de todo, una gigantesca máquina de convertir la pasión por el fútbol de muchos en cuantiosos ingresos monetarios para unos pocos. Todo esto, dicho sea de paso, se aplica también a los Juegos Olímpicos, solo hace falta cambiar FIFA por COI.
Todo se sacrifica en función del dinero. A los estadios no se les demanda comodidad para los aficionados; se les exige grandes espacios para los patrocinadores. No importa si el aficionado tiene que sufrir para llegar al estadio debido al pésimo estado de la infraestructura de transporte público (los proyectos de mobilidad urbana prometidos para el mundial son los primeros en ser abandonados, sin que a la FIFA le haga mucho duelo), lo que importa es que los medios de comunicación que generan la señal a través de la cual se viabiliza la publicidad tengan condiciones perfectas de trabajo. Todo se comercializa, desde la bola usada en el juego, pasando por la bebida vendida en el estadio y un perímetro de dos kilómetros (la generosa FIFA va a permitir ahora que los turistas puedan degustar comidas típicas), hasta el derecho de aparecer en el estadio sujetando la bandera de alguno de los equipos.
Todavía más preocupante es el hecho de que la FIFA pase por encima de la soberanía nacional de los países. En Sudáfrica impuso a un país independiente un sistema de juzgados rápidos para ser utilizados únicamente en casos relacionados con el Mundial. Cuando todavía era presidente, Lula ya había aprobado la exención de impuestos para la FIFA en Brasil, noticia que fue recibida con la habitual pasividad de la población brasileña (en Holanda, promesas similares a la FIFA causaron escándalo). Las cada vez más draconianas exigencias para la celebración de un mundial están haciendo de la FIFA un órgano de supragobierno mundial con la misma representatitivad democrática que una junta militar. El gobierno brasileño envió a la FIFA el proyecto de Ley del Mundial antes de enseñárselo al gobierno de la nación.
El legado de los mundiales se cuentan en forma de balances financieros, ingresos fabulosos por parte de los patrocinadores oficiales y los derechos de retransmisión de los partidos. Para el país organizador, especialmente si no tiene una gran tradición futbolística, quedan grandes elefantes blancos construidos para la disputa de cuatro partidos del mundial y un legado maldito para las autoridades que después del mundial no saben qué hacer con ellos (Brasil evidentemente tiene tradición en el terreno del fútbol pero también veremos cómo ciudades como Manaus o Cuiabá, que no tienen ni siquiera un equipo en primera división, se van a tener que tragar estadios en cuya construcción ha sido gastada una fortuna y que no tendrán ningún uso después del mundial).
Acabado el mundial, los grandes patrocinadores se largan a sus búnkers a hacer cuentas. Con una pequeña fracción de los beneficios obtenidos podrían poner en marcha proyectos sociales duraderos en el país que acaba de visitar el mundial. La FIFA, por su parte, adopta la política de la avestruz y se niega a comentar la escandalosa malversación de fondos en torno a la construcción de las obras del mundial. Al fin y al cabo, va a ser el ciudadano del país que ha recibido el acontecimiento deportivo el que va a pagar la cuenta por esos desmanes, no ella.
¿Y el fútbol? Quería dejar claro que aunque no me entusiasma y en general me aburre (dos señores que atiende por los nombres de Guardiola y Messi me han sacado de esa letargia en años recientes), el fútbol no me disgusta. Lo veo y animo a mis equipos favoritos. La FIFA se autoatribuye la función de guardián del fútbol en el mundo y se niega a modernizar las reglas del juego o introducir innovaciones tecnológicas ampliamente utilizadas en otros deportes porque no quiere que el deporte del fútbol «se desvirtúe». ¿En serio? ¿Qué le quita más carácter al fútbol? ¿Un sensor en la portería que indica si la bola pasó o no la línea de gol o el error de un árbitro que no ve que la bola sobrepasó en 32 cm la línea de gol y manda a casa injustamente a una selección nacional? Parece que años de reivindicaciones van a hacer que finalmente se haga algo a respecto de la línea de gol. Pero sigue habiendo muchas otras soluciones que la FIFA se niega a aceptar. Desde hace muchos años los árbitros brasileños utilizan un spray para señalar dónde debe formarse la barrera de jugadores en el caso de un lanzamiento de falta. Es una solución sencilla e ingeniosa que evita los problemas con el movimiento de la barrera. Y a pesar de años y años de utilización con éxito del spray, la FIFA se niega a incorporarlo a los mundiales. Las innovaciones solo se permiten en tanto en cuanto permiten mejorar la recaudación. Parece como si a la FIFA le interesara la polémica, que indudablemente genera mayor atención hacia el acontecimiento deportivo.
A pesar de todos los pronósticos apocalípticos, yo no tengo la menor duda de que el mundial de Brasil va a ser un éxito. Por múltiples razones:
¿Y todos los temores a respecto de las infraestructuras? Tenemos ya indicaciones muy claras de que durante el periodo del mundial muchos brasileños (que constituyen la inmensa mayoría de las personas que se desplazan por Brasil) van a dejar de hacerlo como resultado del miedo al caos (recordando que el caos en los aeropuertos de Brasil es un recuerdo muy reciente en la memoria de todos los brasileños). Los brasileños se van a dividir entre los que van a escapar del país durante el periodo del mundial y los que se van a quedar en casa para disfrutar de la fiesta.
Es muy probable que el movimiento en los aeropuertos durante el mes del mundial sea menor que el que se registra en un periodo similar sin acontecimiento deportivo de por medio. Eso sí, presten atención, porque las fechas del mundial coinciden con las peores nieblas en los aeropuertos del sur y sureste de Brasil (incluyendo Guarulhos en São Paulo). Como los aeropuertos no están equipados con instrumentos de navegación que permitan operar en condiciones de niebla, los atrasos y desvíos pueden ser de órdago.
Es muy probable que en lo que respecta al turismo extranjero veamos en funcionamiento el displacement effect que tanto daño hizo a Londres: muchas personas a las que no les interesa el fútbol en particular van a evitar Brasil durante el mes del mundial en particular y durante 2014 en general, por miedo a las aglomeraciones y los precios. Sabemos que en el periodo de los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres la ciudad recibió menos turistas que en años anteriores. Y con la justificada fama que tiene hoy Brasil de ser uno de los destinos turísticos más caros del mundo (con un nivel de servicios que no está a la altura de los precios practicados) es más que probable que el miedo a la ruina aparte a mucha gente de Brasil -tan solo la presencia de los vecinos sudamericanos, que tienen a su alcance la alternativa de plantarse en Brasil con su vehículo, así abaratando costos, va a salvar las cifras del turismo extranjero durante 2014.
¿Significa esto que todo va a ser un camino de rosas para el que decida acercarse a Brasil? No, lejos de eso. Pero los inconvenientes a los que van a tener que hacer frente los hinchas que sigan a sus equipos apenas saldrán a la luz, como ya ocurrió en África del Sur. Entre esos inconvenientes destacaríamos el transporte y el idioma. Los hinchas extranjeros que vengan a Brasil van a descubrir cómo es costoso desplazarse de una ciudad a otra de un país con tamaño de un continente (sinceramente, no consigo en este momento imaginar cómo va a ser posible transportar 10.000 hinchas de un equipo hasta ciudades distantes como Cuiabá en un corto plazo de tiempo). También van a descubrir la precariedad del transporte público dentro de las ciudades. Como bromeaba recientemente una de las organizadoras de los Juegos Olímpicos de Londres al referirse a los Juegos de Río en 2016, en el caso de la capital británica se temía el colapso del transporte público durante los Juegos; Río tendrá que tener primero un transporte público para que después se pueda temer su colapso. El idioma será también otro factor que muchos turistas sin conocimientos de portugués van a tener que superar. El inglés está lejos de ser una lengua extendida entre los profesionales del sector turístico brasileño.
La parte más triste del mundial de Brasil va a ser su resaca. Después de la fiesta y la alegría va a haber que volver a ir a trabajar y descubrir que las autoridades no entregaron ni la mitad de las cosas que prometieron realizar con motivo del mundial. Que las infraestructuras que tanto necesita Brasil para salir del estatus de país emergente continuarán siendo precarias (los proyectos de infraestructura urbana fueron los primeros que fueron abandonados en la recta final de la preparación del mundial) y que para aquellas que fueron finalizadas Brasil habrá pagado un precio inflado artificialmente para beneficio de constructores y políticos corruptos.
La sensación de gigantesca oportunidad perdida va a ser inevitable y solo habrá que esperar dos años más, hasta los Juegos Olímpicos de Río, para que la sensación de desesperación crezca todavía más. Hace cinco años todavía albergábamos la esperanza de que no fuera así, de que realmente el país aprovechara la ocasión para saldar cuentas con el atraso, para hacer las cosas bien y poner de una vez por todas los cimientos de un futuro sólido. Hoy ya sabemos que no va a ser así.
¿Qué consejo puedo dar para el que estaba pensando visitar Brasil en 2014? La verdad es que no tengo una opinión que sirva para todos los perfiles de viajeros, pero en líneas generales diría lo siguiente:
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