El escándalo de las guías de Lonely Planet

A estas alturas los que navegáis por blogs, foros de viajes e incluso periódicos de información general ya os habréis enterado del revuelo que han causado las declaraciones de un colaborador de la Lonely Planet que ha decidido promocionar su nuevo libro Do Travel Writers Go to Hell? con algunas revelaciones jugosas sobre su trabajo en varias guías de viajes de la prestigiosa editorial, incluyendo una sobre Brasil. El que no esté al tanto de la polémica puede ponerse al día con la nota que publicó la BBC en español (Colombia: es linda, pero no la conozco); Jorge Gobbi ha recogido una serie de enlaces interesantes en torno a la noticia (Los escritores de viajes van al infierno) y ha publicado una reflexión sobre el asunto (Thomas Kohnstamm, la moral y los viajes) y la propia Lonely Planet ha publicado un comunicado (Thomas Kohnstamm and our guidebooks).

Aquí no me voy a ocupar de los méritos y deméritos de las guías de la Lonely Planet ni de ninguna otra editorial. Tan solo quería comentar dos aspectos interesantes de la noticia. Por un lado, la indignación que ha provocado saber que alguien que no ha estado en un lugar se ponga a escribir sobre él (aunque parece ser que el coautor de la guía sobre Colombia, escrita desde los Estados Unidos, habría visitado el país con anterioridad a su trabajo en la guía). A mí no me parece imposible que alguien escriba sobre un lugar en el que no ha estado. Es evidente que, con mi formación de historiador, no podía pensar de otra forma. Con un trabajo riguroso y serio se pueden obtener resultados incuestionables. El problema a mi entender radica en la expectativa del consumidor. Nadie se rasca el bolsillo para comprar una guía esperando encontrar informaciones obtenidas de segunda o tercera mano. Estamos en la era de Internet y muchos sabemos buscar esa información. Cuando compramos una guía lo hacemos entendiendo que estamos pagando por información de primera mano con un alto valor añadido, que es el de la experiencia del autor. El horario de un autobús se puede encontrar en Internet; muchas de las experiencias sensoriales asociadas intrínsecamente a los viajes, no.

El otro aspecto de la polémica que me ha hecho bastante gracia ha sido el escándalo provocado por supuestas prácticas del autor de guías de viajes que, para cualquiera que haya tenido un contacto con los profesionales del sector, no pasan de ser pecata minuta comparadas con algunas cosas de las que nos enteramos por ahí. Kohnstamm -el autor en el centro de la polémica- declara que ha aceptado viajes pagados. Por utilizar la expresión de Chris Elliot (Is Kohnstamm lying about lying?), ¿y qué? ¿Conocéis a algún periodista de viajes que nunca haya viajado con algún gasto pagado?

Quiero pensar que de esta polémica salimos bien parados algunos blogs de viajes. Nunca hemos tenido la pretensión de reemplazar a las guías profesionales, pero está claro que en cuestión de ética y transparencia, a la mayoría de los profesionales del sector les damos un buen baño. No es casualidad que cada vez más viajeros busquen información en foros y blogs de viajes; se han dado cuenta de que la información del profesional (agente de viajes, periodista de viajes, organismo de promoción del turismo) viene de la mano de una serie de servidumbres de las que se libra quien viaja por puro placer, sin compromiso con ninguna empresa o establecimiento, y con total libertad para contar lo que ha visto a su vuelta.