Si os gusta caminar por el campo, es más que probable que acabéis encontrándonoos en vuestros paseos por Brasil con alguna pareja de quero-queros, que es como se le conoce en Brasil al tero (Vanellus chilensis), un ave bastante común en América Latina fuera de la zona amazónica y la andina.
Los teros ponen sus huevos en mitad del campo. Si alguien se acerca al nido, lo defienden de forma muy agresiva (aunque no sé si es adecuado aplicarles una característica del comportamiento humano a ellos que simplemente están protegiendo a sus crías). Esa agresividad nos hizo pasar por momentos de auténtica tensión en nuestro viaje a los Lençóis Maranhenses el año pasado. Tuvimos la mala suerte de que una de nuestras excursiones nos llevara durante más de una hora bordeando una laguna en la que había varios nidos de teros. Durante ese periodo de tiempo, fuimos hostigados inmisericordemente por los teros, con vuelos rasantes que nos obligaban a tumbarnos en el suelo para evitar ser alcanzados por los espolones de las aves. Cuando salíamos de las proximidades de un nido, defendido por una pareja de teros, y creyendo que el peligro ya había pasado, entrábamos inevitablemente en el área de acción del nido siguiente. Una experiencia bastante desagradable provocada por nosotros mismos.
Este fin de semana se produjo una situación similar en un campo de fútbol. Un jugador se disponía a lanzar un córner cuando un tero comenzó a realizar vuelos rasantes a su alrededor y a obligarle a tumbarse en el suelo, primero, y salir corriendo un poco más tarde. La presencia de teros en los campos de fútbol, incluso en estadios de primera división, da lugar a situaciones a veces cómicas, a veces trágicas, como la vivida el año pasado cuando un balonazo mató en el lugar a un pobre tero que pasaba por ahí.
Si alguna vez os encontráis con una pareja de teros defendiendo su nido con gritos estridentes y vuelos rasantes a vuestro alrededor, alejaos del lugar. They mean business, que dirían en inglés. Defienden su nido con uñas y dientes.
[P.S.: anécdota que no tiene absolutamente nada que ver con Brasil. Mi primer contacto con los teros fue en Escocia. Pero no con las aves, cuya presencia en esas latitudes es más que improbable, sino con los integrantes de la selección nacional de rugby de Uruguay, conocidos como los teros, para quienes trabajé de intérprete tres semanas durante la Copa del Mundo de Rugby de 1999, experiencia de la cual guardo muy gratos recuerdos]
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