El nuevo ministro brasileño de defensa acaba de declarar que las interminables filas en los aeropuertos son el precio que se paga por la seguridad.
Que me perdone, pero si las filas son el precio de algo, deben ser el de la incompetencia. Porque 10 meses de filas en los aeropuertos no han traído ninguna seguridad al transporte aéreo en Brasil. Tanto que Lula declaró ayer – para desespero de los responsables de la promoción turística del país, me imagino – que cada vez que se sube a un avión en Brasil, encomienda su alma a Dios. El anterior ministro de defensa ya había apuntado que la solución a la crisis aérea era «mucha fe y mucha oración».
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