Acaban de comenzar los Juegos Panamericanos 2007, que se van a celebrar en Río de Janeiro del 13 al 29 de julio.
Fuera de Río de Janeiro especialmente, y también lejos de los principales medios de comunicación brasileños, que han hecho una fuerte apuesta financiera en el acontecimiento, la organización de los Juegos ha sido criticada duramente por la escandalosa malversación de fondos (en un lenguaje más directo, léase robo) que ha rodeado a los Juegos.
En 2002, el proyecto inicial de los Juegos contemplaba la extensión del metro de Río hasta la zona de la Barra de la Tijuca, y contaba con un presupuesto de 414 millones de reales. En estos momentos, han sido gastados ya 3.700 millones de reales en las instalaciones de los Juegos, con el abandono desde el principio del proyecto de extensión del metro. No es normal que una obra grande que cuenta con financiación pública acabe costando menos de lo presupuestado. Pero es que en el caso de los Panamericanos, el incremento sobre el proyecto inicial ha sido del 794%. Nada de todo ese dinero gastado – quitando las construcciones deportivas, indispensables para la celebración de los juegos – va a dejar como legado para la ciudad de Río infraestructuras ciudadanas duraderas.
La indignación que ha provocado este escandaloso saqueo de las arcas del estado no ha hecho más que aumentar con la infame defensa que el presidente Lula ha hecho de los gastos realizados en Río. En declaraciones a varios periódicos, dijo: «Los compañeros responsables por los Juegos gastaron lo que tenían que gastar, hicieron los concursos públicos que había que hacer. Si a alguien le parece que se gastó demasiado, que pida una investigación» (como si una investigación en Brasil resolviese alguna cosa). Es decir, no solo se es connivente con la corrupción, sino que se hace apología de la misma. Esto, dos días después que un estudio del Banco Mundial estableciese que la corrupción en Brasil ha alcanzado los peores niveles de los últimos 10 años.
Se critica a quien critica el despilfarro y el robo que ha rodeado a los Juegos. El argumento más utilizado es el de la invocación patriótica. Quienes hacemos esas críticas solo estaríamos deseando mal al país. Si se gastó más, sin saber muy bien adónde fue todo ese dinero, pero se hizo en nombre de la grandeza de la nación, bienvenido sea. Vamos a celebrar la fiesta de Río y vamos a olvidarnos de menudencias. Lo siento, no voy a comulgar con esa forma de pensar. No lo hice en España, ni en Irlanda del Norte, ni en Escocia, y no lo voy a hacer aquí ahora.
ACTUALIZACIÓN: un artículo publicado hoy en el Times londinense (Clashes with shanty town gangs cloud prestige of hosting games) aborda una temática similar, y se pregunta si todo ese dinero ha sido malversado en una competición de segunda línea como son los Panamericanos, ¿qué podría pasar si Brasil acabara recibiendo el Mundial de Fútbol, una competición muchísimo más cara?
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