Escuchaba esta mañana una breve entrevista a un pasajero español víctima del caos en los aeropuertos, ya camino de vuelta a casa. «¿Saben cuándo voy a volver a Brasil?», declaraba. «Nunca».
Bajo el vergonzoso título Lula gana una batalla al caos aéreo el corresponsal de uno de los diarios en español más influyentes del mundo marca un nuevo hito en su desvergonzada y ya larga carrera por convertir todo lo que en Brasil es noticia en la hagiografía más descarada del primer mandatario brasileño.
No me interesa ahora analizar quién ha dado carta blanca al corresponsal de este diario para convertir la información en propaganda (las ausencias informativas en el último mes han sido tan significativas como los artículos pergeñados por el corresponsal), pero sí que voy a comentar la noticia de hoy, porque la manipulación informativa ha llegado ya al paroxismo. El último capítulo de la crisis en los aeropuertos pilló a Lula de luna de miel en Camp David – esto no lo leeréis en El País, pero uno de los grandes logros de Lula en lo que va de año es haber hecho de Bush una especie de campeón de la causa medioambiental -. El ministro de Defensa de Lula, estaba de vacaciones. El ministro de Transporte de Lula, estaba de vacaciones. Las negociaciones fueron llevadas a cabo por el ministro del Planejamento. Cuando intervino Lula telefónicamente, lo hizo estrepitosamente, pasando por encima del ordenamiento constitucional para intentar apagar un incendio que había dejado arder durante meses. Si realmente tanto le molestaba que los militares arrestaran a los controladores de tráfico aéreo insubordinados, lo que Lula tenía que haber hecho es proceder hace ya mucho tiempo a la desmilitarización del control de tráfico aéreo brasileño, algo a lo que se ha opuesto hasta la fecha de hoy. Su acción del fin de semana, pasando por encima de cualquier ordenamiento jurídico y jerárquico, ha producido un enorme malestar entre los militares. En los próximos meses veremos, sin duda, aumentos de sueldos y nuevos privilegios para compensar esta metedura de pata imperdonable.
Lo más importante es destacar que la responsabilidad máxima por la crisis es del gobierno Lula. En diciembre, antes de la crisis de fin de año que aguó las vacaciones de millares de brasileños, Lula había declarado que iba a «trabajar día y noche» hasta resolver el problema. A su habitual retórica vacía (dirigida, me imagino, a diarios como El País, siempre dispuestos a reproducir acríticamente cualquier cosa que venga del antiguo sindicalista) le siguió la inacción más absoluta y total. Ese fin de semana se ha sabido que, del presupuesto anual destinado a la navegación aérea y la seguridad en el control del tráfico aéreo, el gobierno ha gastado menos del 1%. El resto, se va guardando para entregarlo a los acreedores a final de año. Si hay suerte y no ocurre nada, genial. Si, por el contrario, la situación empeora, acaba ocurriendo lo que estamos presenciando ahora.
La victoria de Lula ha sido tan rotunda, que los controladores anuncian ya nuevas paralizaciones para Semana Santa si el gobierno no cumple sus compromisos – todos los compromisos anteriores tomados desde la tragedia de septiembre han sido incumplidos -.
Una última palabra sobre la desmilitarización del control del tráfico aéreo. Los controladores van a ser ahora civiles, pero van a depender del Ministerio de la Defensa – que venga alguien, y me lo explique -.
Si queréis entender un poco lo que pasa en Brasil, hacedlo a través de La Nación o de Clarín, no recurráis al corresponsal de El País en Brasil.
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