[actualización 17.07.2007: ¿Hasta cuándo? (accidente en Congonhas)]
Había acabado de redactar esta entrada del blog cuando cayó en mis manos el número de la revista VEJA con un extensísimo reportaje sobre la crisis de la aviación civil en Brasil. Me pareció interesante incorporar algunas de las informaciones contenidas en el reportaje a esta entrada, para completar las anécdotas divertidas – cuando no ridículas – sobre lo que está pasando en los aeropuertos y cielos brasileños.
Aunque las causas de la crisis se remontan a muchos años atrás, el estallido de la misma tiene fecha y hora, el accidente del boeing de la GOL sobre el Amazonas hace ahora justo seis meses. Abro un paréntesis. Seis meses después del accidente, todavía no han finalizado las investigaciones sobre el mismo, para desespero de las familias de las víctima. Parece bastante claro que los controladores de tráfico aéreo, militares, tuvieron una parte importante de responsabilidad en el accidente. Pero una de las investigaciones están siendo llevada a cabo por los mismos militares, por lo que muchos tienen dudas sobre la voluntad de llegar hasta el fondo del asunto. El inexplicable atraso de seis meses para concluir la investigación ya es indicio de que algo serio está ocurriendo. Los investigadores tienen las cajas negras, saben por qué, cuándo, dónde y cómo se produjo la colisión, y lo único que tienen que hacer ahora es establecer las responsabilidades de los involucrados en la tragedia.
Volviendo al estallido de la crisis. Durante 2006, la GOL había mantenido un índice de puntualidad en sus vuelos del 98%. La TAM, del 96%. En noviembre, esos índices cayeron al 60% y 54%, en diciembre, al 47% y 43%. Es decir, la mayoría de los vuelos de la aviación civil brasileña despegó con atraso de más de 15 minutos en diciembre.
El accidente puso de manifiesto la precaria infraestructura del control del tráfico aéreo. Controladores militares, con sueldos bajísimos, formación deficiente (más del 90% de los controladores no consigue mantener una conversación en inglés), sin derechos laboristas, obligados por sus mandos hacer horas extras y a supervisar más aviones que los que determinan las autoridades internacionales – cada controlador brasileño era responsable de 20 aviones, cuando las autoridades determinan un máximo de 14 -.
Cuando los controladores resolvieron cumplir a rajatabla los límites de seguridad, el sistema entró en colapso total. La mano de obra militar ya no servía para suplir las deficiencias en infraestructura del país. Mientras el mercado aéreo crecía a un ritmo galopante, las inversiones en infraestructura brillaban por su ausencia. En 2000, las compañías aéreas brasileñas transportaron 41,7 millones de pasajeros. En 2006, esa cifra fue de 57,6 millones.
El mejor símbolo de la crisis es el aeropuerto de Congonhas, situado dentro de la ciudad de São Paulo, rodeado por todas partes de casas y con rascacielos en la ruta de aproximación de los aviones. Congonhas tiene una capacidad máxima de 12 millones de pasajeros al año. En 2006, pasaron por el aeropuerto 18,5 millones de pasajeros.
La INFRAERO es el órgano del gobierno responsable por los aeropuertos. Hasta la llegada de Lula al poder, el órgano había tenido siempre un técnico al frente. Pero la política de clientelismo exacerbada del mandatario brasileño hizo que entregara el órgano a un político de un partido aliado, que convirtió a la institución en un gigantesco órgano de corruptelas. El Tribunal de Cuentas ha detectado irregularidades en casi todas las obras realizadas en aeropuertos brasileños en este periodo.
El gobierno reformó el edificio de Congonhas, inaugurado por Lula, todavía sin acabar, justo antes de las elecciones. Desgraciadamente, se olvidaron de la pista, que ahora está siendo reformada por completo después de cuatro incidentes graves en los últimos meses.
Peor fue el desvío del dinero recaudado a través de las tasas de aeropuerto y destinado teóricamente a ser invertido en la seguridad del tráfico aéreo brasileño. Ese dinero, pagado por brasileños y extranjeros, fue desviado por el gobierno de la nación y destinado a formar parte del superávit fiscal – ese gigantesco programa de transferencia de renta de los que no tienen a los que más tienen -. El superávit fiscal, para los no iniciados, es el dinero que el gobierno deja de gastar para poder pagar los intereses de la deuda.
Y ahora podemos pasar a las anécdotas. No sin antes destacar ese otro apagón aéreo que se está viviendo en Argentina – como comentábamos ayer en el Blog de Viajes de Jorge Gobbi, son sorprendentes algunas de las semejanzas entre Brasil y Argentina en lo que se refiere a la crisis aérea -.
Esta semana el aeropuerto de Congonhas fue cerrado porque había una paloma muerta en la pista. Hace una semana, fue un perro el que andaba suelto por la pista y obligó también a cerrar el aeropuerto. Por no hablar de los ya famosos tres milímetros de lluvia (el canto de una moneda) que también obligan a que el aeropuerto con más movimiento de Brasil deje de funcionar.
Al sistema de aterrizaje por instrumentos del aeropuerto de Manaos le cayó un rayo en diciembre. Desde entonces, no ha sido reparado. El sistema sirve de apoyo a los pilotos en días de lluvia o niebla. Está habiendo bastantes retrasos en ese aeropuerto.
En medio de todo este cachondeo, en medio de accidentes, fallos de los sistemas de navegación aérea, huelga de los controladores, huelga de la policía, rebelión en los aeropuertos, y la paciencia de los brasileños que está llegando a su límite, el gobierno de este país ha tomado dos decisiones brillantes: la primera, oponerse a la creación de una comisión de investigación de la crisis en el sector aéreo. La segunda, que fue anunciada ayer, la creación de una nueva tasa de aeropuerto que servirá para compensar a las compañías aéreas que operan líneas deficitarias en el interior del país. Lo de una nueva tasa (que puede llegar a los R$14 por billete) ya es escandaloso. Como todos los brasileños saben, en este país ya se pagaban tasas de aeropuerto supuestamente destinadas a la seguridad del tráfico aéreo hasta que se descubrió que el gobierno estaba desviando íntegramente ese dinero para destinarlo a la obtención del superávit fiscal exigido por los inversores extranjeros. Nos imaginamos cuál puede ser el destino de esta nueva tasa.
Ah, leo ahora que los controladores han dado un últimatum informal al gobierno. O resuelve de una vez la situación, o van a hacer que Brasil pase el ridículo más absoluto y total durante los Juegos Panamericanos, paralizando por completo el transporte aéreo en el país.
Me temo que esta nota no va a ser la última que leáis sobre el asunto en este blog.
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