Ya está el carnaval a todo vapor. Acabaron los desfiles de las escolas de samba de São Paulo, comenzarán mañana los de las de Río, en Recife millones (literalmente) de personas ocupan las calles y en Salvador la juerga dura 24 horas ininterrumpidas.
El carnaval que reúne más gente en la calle al mismo tiempo es el de Recife. Su comparsa Galo da Madrugada junta a 2 millones de personas (está en el libro Guinness de los récords). Pero los carnavales más conocidos son los de Río de Janeiro y Salvador de Bahía. Los dos bien diferentes el uno del otro.
Aunque en los últimos años se intenta recuperar el carnaval de rúa, esa fiesta de carácter popular y abierta a todos, el carnaval de Río es conocido principalmente por dos noches de desfiles de las escolas de samba en el sámbodromo. Es un espectáculo grandioso que más que a un festejo puramente popular se asemeja más a una gran manifestación deportiva o pseudocultural, como podría ser un partido de fútbol, una corrida de toros o un espectáculo del circo del Soleil. El sambódromo es un recinto cerrado al que se paga (¡y cuánto!) para poder entrar. Dentro de él se desarrolla una competición entre escolas de samba con derecho a campeonato para la mejor escola y descenso a la segunda división para las más flojas.
Los desfiles de las escolas de samba de Río son un espectáculo de color y fantasía deslumbrante e inimaginable. El talento de algunos de los carnavalescos (los genios creadores del desfile de cada escola) no conoce límites, y todos los años sorprende al público con sus creaciones osadas, maravillosas, impensables.
El carnaval de Salvador es la antítesis de la sofisticación del carnaval de Río. En Salvador el combustible del carnaval es la música, la bebida y la masa. Durante las fechas del carnaval, se crean dos larguísimos circuitos cerrados por las calles de la ciudad por los que circulan los tríos eléctricos, gigantescos camiones encima de los cuales tocan en directo bandas y cantantes cuya responsabilidad es hacer que la multitud no pare de saltar y bailar ni un minuto. ¡Y vaya si no paran! Para disfrutar del carnaval de Salvador hace falta tener una preparación física de atleta olímpico, porque bailar sin parar durante 7 horas no es algo que esté al alcance de cualquiera.
Al igual que el carnaval de Río, el de Salvador también tiene su parte de exclusión social. Para poder salir detrás de un trío elétrico hay que comprar un abadá, una camiseta que te identifica como integrante de la masa que desfila con un músico determinado. El precio de ese abadá no está al alcance de todos, superando varias veces el valor de un salario mínimo. El que no puede permitirse ese gasto, se divierte en la parte de fuera del cordón y los guardias de seguridad que separan a los que han pagado de los que no lo han hecho. Toda esa gente que ve el desfile desde fuera, la pipoca, como se le conoce en Brasil, tiene la ventaja de que consigue ver a diferentes tríos eléctricos y artistas durante el mismo día, mientras que el que lleva un abadá tiene que conformarse con acompañar todo el rato al mismo artista.
En cualquier caso, durante los días que dura el carnaval en Salvador, cientos de miles de personas se concentran a diario en los dos circuitos de los desfiles, tanto dentro como fuera del cordón de aislamiento. La fiesta dura 24 horas en Salvador.
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