¿Iberia o Air Madrid?

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Fuimos y volvimos a España con Iberia.

A la ida, verbigracia del providencial overbooking, nos pasaron a primera clase, con derecho a butaca que se pone en posición horizontal y todo. Dicho esto, los 4.500 euros de diferencia entre nuestro billete y de la Business Plus no justifican, ni de lejos, la atención que recibes durante las 11 horas de vuelo. ¡La de cosas que haríamos todos con 4.500 euros!

A la vuelta, pasamos por una experiencia al más puro estilo Air Madrid. Por razones que no vienen al caso, facturamos en la T4 de Barajas ocho horas antes de la salida de nuestro vuelo. En el momento en el que le dije a la empleada de Iberia cuál era nuestro destino, me sonrió. Le pregunté si se reía porque queríamos facturar ocho horas antes. Me dijo que todo lo contrario, se reía porque «todavía tenía algunos asientos libres en el vuelo».

Ahí me explicó la verdad pura y dura del overbooking más descarado y sinvergüenza. Según la empleada de Iberia, los vuelos de Madrid a Brasil sufren un overbooking constante, y no solo durante las Navidades. Todo el año. El fenómeno del overbooking lo entiendo, pero lo que me sorprendió es escuchar que, aunque llames dos días antes para reconfirmar la vuelta de tu vuelo (como fue nuestro caso) no te guardan la reserva. Si te plantas en el aeropuerto las tres horas antes de rigor, te puedes quedar en tierra. Impresionante.

Por cierto, que los carteles de la Unión Europea explicando las compensaciones a las que los pasajeros tienen derecho brillan por su ausencia. Recuerdo haberlos visto en otras ocasiones, pero esta vez no sé si la bomba se los llevó por delante, o si los han escondido en algún recóndito rincón de la bellísima T4.

Llega la hora del embarque, al puro estilo «sálvese quien pueda» característico de Iberia. Si viajáis con un abuelito, dejad el embarque para el final, o puede morir aplastado.

El avión se encamina a la pista. Los monitores en los que se supone que tiene que aparecer la demostración de seguridad solo se ve un error de Windows.

El capitán coge el micrófono y anuncia que estamos en la cabezera de la pista a punto de despegar pero que se ha producido un fallo técnico y tenemos que volver a la terminal.

Veinticinco minutos y estamos en la cabecera de la pista una vez más. Ahí viene la antipatía habitual del personal de Iberia (qué bronca le echó una azafata a un pobre señor que no encontraba un lugar para poner su equipaje de mano). Nos sirven una cena pésima con el peor café que he bebido en mi vida (por cierto, el café de primera clase, también lamentable), y las azafatas desaparecen durante ocho horas.

Estamos en la fase final del vuelo y vienen más anuncios. No nos van a poder servir bebidas calientes en el desayuno, se ha producido un problema técnico. Un poco más tarde, otro anuncio. No hay agua en los baños, por favor, no los utilicen. Ahí supimos que era nuestro último viaje con Iberia.

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