Las autoridades brasileñas están muy preocupadas por el daño que la película estadounidense de terror Turistas (así, en portugués/español) pueda causar a la imagen de Brasil en el exterior. La película, que habría pasado completamente desapercibida al tratarse de un género marginal si no hubiera sido por la reacción histérica de la prensa, describe las aventuras en Brasil de unos jóvenes estadounidenses que están de vacaciones en el país y son secuestrados y torturados por una organización criminal de tráfico de órganos.
Dicen que hasta el Embratur – órgano de promoción del turismo del que hablaré dentro de unos días – está preparando una campaña para contrarrestar los efectos negativos de la cinta.
Qué risa. Lo que deja a los turistas aprensivos es la violencia en las grandes ciudades o el caos en el tranporte aéreo. Lo de la película es una tontería comparado con el impacto que tienen las noticias sobre estos dos problemas del mundo real (la semana pasada, una vez más, un autobús que llevaba turistas desde al aeropuerto al hotel en Río fue asaltado a mano armada).
Se vuelven a vivir días difíciles en los aeropuertos brasileños. Parece que esta vez la crisis no ha sido desencadenada deliberadamente por los controladores aéreos y sí por un fallo en un equipamiento del centro de control aéreo de Brasilia. Digo parece, porque no es muy común que un equipamiento nuevo falle como lo hizo ayer. Como suele ser habitual, la propia Fuerza Aérea investigará lo que ocurrió dentro de la misma Fuerza Aérea, por lo que no debemos esperar grandes descubrimientos en la investigación.
El caso es que ayer por la tarde las autoridades se vieron obligadas a cerrar los aeropuertos de Brasilia, Congonhas en São Paulo y Confins en Belo Horizonte. El impacto de este cierre se extendió rápidamente al resto de aeropuertos brasileños. Como prueba de la seriedad de la situación, las declaraciones del Ministro de Defensa, que en los últimos meses se ha distinguido por negar una y otra vez que estuviera ocurriendo nada anormal en el transporte aéreo del país. «Nunca hubo un día como este en la aviación brasileña», declaró el ministro. A los medios de comunicación les encanta explorar las tragedias, pero en este caso, les ha venido servida en bandeja.
Hoy a mediodía todavía había mucha gente en los aeropuertos que tenía que haberse subido a un avión ayer. Las esperas ya pasan de las 12 horas, y una vez más, la policía ha tenido que intervenir en varios aeropuertos.
Me toca volar dentro de un poco más de una semana, y os aseguro que estoy temiendo el momento. La peor publicidad negativa sobre el país se está generando desde el mismo país.
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