Las duchas brasileñas despertarán la curiosidad del más despistado. Al más precavido, le pondrán los pelos de punta. Sí, a los brasileños no les parece que haya nada de equivocado en juntar cables eléctricos con un chorro de agua. Lo veréis cuando uséis por primera vez una ducha eléctrica brasileña. La primera impresión que vais a tener es que la instalación de la ducha no está acabada. Craso error. Está lista, sí. Encima de vuestra cabeza veréis una pieza central (dentro de la cual se encuentra la resistencia que calienta el agua) conectada a la tubería del agua. Si no tenéis mucha suerte, veréis también el final de varios cables eléctricos con un pedacito de cinta aislante protegiéndolos. De la ducha veréis que también sale un tubito de plástico con una especie de pequeña alcachofa en la punta.

En la pieza central de la ducha, encima de vuestras cabezas, veréis un botón con dos posiciones: inverno y verão. Como hace calor, seguro que optáis por la opción verão. Abrís la ducha y venga a salir agua, primero fría, después fría también. ¿Cuándo va a salir el agua caliente? Ahí es cuando optáis por la opción inverno. Si la instalación de la ducha no fue bien realizada, al tocar la pieza central es bastante probable que sintáis una sensación que puede ir del cosquilleo incómodo a la descarga eléctrica pura y dura. También os puede ocurrir esto al tocar el grifo. Es mejor que os vayáis acostumbrando a la sensación. Este descubrimiento sobre las maravillas del agua y el metal como conductores de la electricidad lo haréis inevitablemente cuando tengáis la cabeza completamente enjabonada y con vuestra visión bastante limitada.

Pero volviendo a la posición inverno. Vuestro gozo en un gozo. El agua continúa saliendo fría. Y es que en gran parte de Brasil, no hay mucha diferencia entre las temperaturas invernales y las veraniegas. Pero vuestra paciencia empieza a verse recompensada. Por fin, ¡sale agua caliente! Un hilillo diminuto, porque cuando activáis la resistencia disminuye el caudal de agua que pasa por el aparato. Decidís abrir un poco más el agua y lo que hace unos instantes era júbilo se convierte en tormento, comienza a caer sobre vosotros un torrente de agua escaldante.

Después de tanto sufrimiento, llegáis a una conclusión inevitable: a partir de ese día, sólo os ducharéis con agua fría, y lo mínimo imprescindible.

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Tony | DE VIAJE A BRASIL

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