[Esta entrega de los Apuntes es la continuación de Fotografiando gente (1)]
NO PIDO PERMISO
No pido permiso cuando se trata de una actuación pública en la que está permitido hacer fotos (encuentro deportivo, actuación folclórica).
No pido permiso cuando las personas fotografiadas ocupan una parte pequeña de la fotografía o no son la parte central de la misma. Es imposible ir parando a todo el mundo que pasa por la calle para pedirle permiso. En realidad, en estos casos no se puede ni siquiera hablar de retrato.
CUANDO NO ME DAN PERMISO
Si alguien explícitamente o implícitamente me hace saber que no quiere ser fotografiado, guardo la cámara y me voy a otro lugar. Todo el mundo tiene derecho a negarse a ser fotografiado, por la razón que sea. Una de las cosas más feas que puedes hacer es valerte de un zoom para robar una foto que te ha sido negada por la persona a la que estás fotografiando. No lo hagas.
Igualmente, cuando soy consciente de que en un lugar las fotografías están mal vistas, ni saco la cámara. No fotografío ni a policías ni a militares (a no ser que me interese hacerlo y tenga constancia de que tengo permiso), no fotografiaría mujeres en países islámicos a no ser que tuviera la constancia explícita de que puedo hacerlo.
NO PAGO
No me siento cómodo pagando para que alguien me deje hacerle una foto, y por eso no lo hago. Un truco infalible, especialmente con artesanos y vendedores, es comprarles algo (¡un vendedor satisfecho rara vez se niega a ser fotografiado!). Con la siguiente rendeira de Florianópolis (artesana que hace encaje de bolillos) estuvimos conversando un buen rato y viendo el trabajo que elaboraba y vendía antes de pedirle permiso para hacerle varias fotos, en las que se reflejó perfectamente el semblante de concentración del que realiza una actividad manual compleja.
Pero nunca pago directamente por el derecho de fotografiar.
Con esta segunda entrega cerramos los textos sobre cómo fotografiar a extraños. Pero volveremos más adelante a hablar de los retratos, un género fascinante y bastante poco explorado en la fotografía viajera.
Me encantan estas entradas. Comentaré que este fin de semana estuvimos en la parada gay de Sao Paulo. Íbamos con unos amigos peruanos que tienen una niñita y el marido la llevaba sobre sus hombros.
Pues bien, nosotros caminábamos detrás y vimos que un chico empezó a hacerle fotos a la niña sin el permiso de la madre, hoy en día nunca se sabe. Mi mujer lo paró y le preguntó si había pedido permiso para hacer eso. Él le preguntó si era la madre y ella respondió que no pero que la conocía. La llamó y el chico le mostró las fotos que había hecho de su hija. Después que las vio, le dio el visto bueno.
La verdad es que se podría haber buscado un problema por no seguir tus consejos.
Gran declaración de principios. A mí me gusta mucho hacer fotos, aunque mi cámara es muy limitada y nunca me he puesto en serio, yo creo que no se me puede llamar ni siquiera una aficionada (es que no tengo tiempo para dedicárselo a la fotografía :'(, como mucho las del blog para Barcelona y las de reuniones con amigos).
Por lo que comentas respecto a pagar o no para hacer fotos, estoy muy de acuerdo. Además, es una cosa que me da bastante rabia, especialmente cuando está relacionado con el patrimonio histórico. Me explico:
Por ejemplo, en el Castillo de Praga no está permitido hacer fotos si no pagas. Si pagas, sí. Me parece bastante ruin.
¡Un saludo!
p.S: ¿Cómo va la estancia por España, o ya has vuelto?
Antonio, ya vi tus fotos de la marcha en Flickr. A ver si un año de éstos estamos en SP y podemos ir, debe ser una pasada. Lo de las fotos de menores, es siempre mejor pecar de prudente que no al contrario.
Jennifer, llegamos a Zaragoza hace una semana, nos vamos a quedar tres más. Lo que cuentas del castillo de Praga también se repite en muchas ruinas de Egipto. Con la era de las cámaras en los móviles, quiero ver cómo van a conseguir controlar la prohibición de hacer fotos.
Un abrazo a los dos.